📖 Día 4 — Diario de Brise d’automne

 

Esta semana ha tenido el ritmo de siempre: despertador, jornada larga, volver a casa. Pero dentro de esa rutina, han ido apareciendo pequeños gestos que me han reconectado con lo que me hace sentir bien. Me apetecía volver a cocinar sin prisas, sin complicaciones, así que mi Thermomix ha vuelto a ocupar su sitio en la cocina. Lo tenía un poco olvidado, pero esta semana lo he usado más y me ha recordado lo práctico que es; hice pasta, albóndigas… Cosas sencillas, de esas que se agradecen cuando fuera llueve y dentro huele a comida de verdad.  Es curioso cómo a veces solo hace falta un empujón para recuperar costumbres que estaban dormidas.

Y sí, ha llovido. No mucho, pero lo suficiente para que el aire se sintiera distinto. Más frío, más limpio. Más octubre. Aunque hemos tenido una semana un tanto calurosa, como si fuese verano de nuevo. Menos mal que ya se nota que las tardes encienden antes sus luces. Y esta noche, con el cambio de hora, dormiremos una hora más. Me gusta cuando anochece temprano, cuando el mundo parece recogerse. Es como si el día bajara el ritmo y te empujara suavemente a quedarte en casa.

Entre ratos sueltos y alguna tarde más tranquila, terminé una labor pequeña de punto de cruz que tenía empezada, y empecé otra nueva. Aunque esta vez me la guardo. Me apetece bordarla en silencio, como un secreto bonito que todavía no quiero enseñar.

El martes publiqué en el blog un nuevo post de la serie sobre mis materiales de punto de cruz. Hacía tiempo que quería retomarla, y por fin me puse a ello. Me ha hecho ilusión, la verdad. Enseñar mis hilos, mis telas, mis herramientas… Siento que es una forma de volver a la base, a lo que me acompaña cada vez que empiezo 

Estos días me he sentido un poco más sensible. No sé si por la lluvia, por el cambio de luz, o por la noticia que leí y que me dejó con un nudo. Una niña de 14 años, en Sevilla, se quitó la vida tras sufrir acoso escolar. Su imagen ha corrido por redes, y se parece tanto a mi hija… Me tocó el alma. No la conocía, pero no he podido dejar de pensar en ella. Cuando eres madre, cualquier historia así te desarma. Me cuesta entender un mundo en el que algo así pueda pasar. Ojalá algún día no tengamos que escribir estas cosas. Ojalá algún día no tengamos que sentir esta pena tan honda por alguien que ni siquiera conocimos, pero que nos deja un nudo en el pecho.

Aun así, no quiero que este diario se cierre con tristeza. Porque esta semana también ha tenido cosas bonitas: el olor a tierra mojada, una serie que me acompaña cada noche (Las chicas Gilmore, otra vez), las primeras mantas sobre el sofá, el silencio cuando todo se apaga. Hay momentos que pesan, sí, pero otros que arropan. Y ese equilibrio es lo que me hace querer seguir escribiendo.

Octubre avanza sin prisa, como si aún nos dejara margen para disfrutarlo.


Gracias por estar al otro lado.  Si te apetece, déjame un comentario…          

Me encantará leerte.

Comentarios

Entradas populares