🧵 Mi material de bordado #4: mis hilos actuales

Hay materiales que nos acompañan durante años, que forman parte de nuestras manos sin que apenas nos demos cuenta. Los hilos son eso para mí. Compañeros silenciosos que esperan en sus cajas el momento de cobrar vida en una labor.

En el primer post de esta serie os mostré mis primeros hilos. Aquellos con los que empecé a bordar, con los que descubrí el punto de cruz, y que conservo como quien guarda postales antiguas: no los uso, pero me cuesta desprenderme de ellos. Están ahí, como testigos de una etapa en la que no sabía nada, pero tenía muchas ganas de aprender.

Serie Mi material de bordado: Aquí

Hoy quiero enseñaros los hilos que sí utilizo en mi día a día. Los que toco, ordeno y escojo cada vez que empiezo un nuevo bordado.

Dos marcas que me acompañan

Durante mucho tiempo, bordé exclusivamente con hilos Rosace. Empecé con ellos porque, sencillamente, eran mucho más baratos que los DMC. Y cuando tienes muchos colores que comprar, la diferencia se nota. Poco a poco fui haciéndome con la colección entera, sin prisas, según lo que iba necesitando o encontraba en oferta. Me acostumbré a su tacto, a su tono, a cómo se deslizaban en la tela. Y me quedé con ellos.

Años más tarde, empecé a oír hablar de los CXC. Bordadoras en YouTube los mencionaban como una alternativa sorprendentemente buena, con un precio casi simbólico. Me picó la curiosidad, pedí unos cuantos para probar… y me convencieron. Con el tiempo, completé también esa colección.

A día de hoy, uso tanto Rosace como CXC de forma indistinta. Ambas marcas me funcionan muy bien. Tienen buena cobertura, no se deshilachan fácilmente y, para los diseños que yo bordo, cumplen con creces. Sí es cierto que, en ocasiones, los tonos no son idénticos a los DMC originales, pero nunca me ha supuesto un problema. Si alguna vez necesito un hilo muy concreto, o metálico, o con un acabado especial, recurro a DMC. Tengo algunos de estos guardados como pequeños tesoros, listos para proyectos más exigentes.

Un sistema muy mío

Durante un tiempo, mis hilos vivían donde podían: en bolsas, en cajas de galletas, en cajones que compartían con tijeras y retales. Hasta que decidí poner orden. Busqué cajas con compartimentos, compré bobinas blancas y comencé el proceso (largo, confieso) de enrollar y clasificar.


Ahora tengo todas mis madejas organizadas por número, separadas por marca, en cajas transparentes que me permiten ver los colores de un vistazo. Están apiladas en un estante, esperando su turno.



Me resulta práctico, visualmente agradable y, sobre todo, reconfortante. Abrir esas cajas me da paz.

Pero lo que más me gusta de todo es mi libreta.

Una libreta cuadriculada y muchos números

📒 Mi libreta, decorada con otoño: no uso aplicaciones, ni hojas Excel, ni inventarios digitales. Tengo una libreta de cuadros, de las de toda la vida, donde anoto qué hilos tengo, si hay repetidos, cuáles me faltan y algunas conversiones entre marcas.

Al abrirla siento que estoy conectando con algo antiguo, como si llevara la contabilidad de un oficio perdido.

Cada anotación es una forma de saber en qué punto estoy. Si tengo que reponer un número, si me han sobrado cuatro hebras, si compré el tono 815 dos veces por despiste. Todo eso está ahí, en columnas que solo yo entiendo.

Y me encanta que sea así.

No es solo un registro: es un pequeño ritual.Lo que no encaja (pero también importa)

Los hilos que no tienen número, los que vienen en kits, los que aparecen sueltos en algún sobre… los guardo en una bolsita de tela

No están ordenados ni inventariados, pero tienen su función. A veces me salvan un proyecto, otras veces los uso para pruebas o bordados pequeños. Son como el cajón desastre de la costura: no siempre brilla, pero siempre está.


Algunas ideas que me funcionan

Por si os sirve de inspiración, aquí os dejo algunas costumbres que a mí me han facilitado mucho las cosas:

  • Anotar en la libreta si tengo más de una madeja del mismo número, para evitar repetir compras.

  • Marcar con un punto rojo los hilos que están a punto de agotarse.

  • Separar los hilos especiales (metálicos, satinados, etc.) en una caja distinta, para no mezclarlos con los de uso habitual.

  • Guardar siempre las etiquetas de los hilos que vienen sin marca visible, por si algún día quiero volver a usarlos.

  • No comprar por comprar: cada hilo que entra en mi colección es porque sé que me va a ser útil.

🌸 Hilos con historia

Entre todos los hilos que guardo, hay un pequeño grupo que tiene un valor especial. Son hilos matizados, de esos que cambian de color poco a poco, con tonos vivos y caprichosos. No son muchos, y no los uso casi nunca, pero los conservo con enorme cariño.

Me los dio Matilde, una vecina de mi madre que adoraba bordar. A ella le gustaba tanto como a su madre, que también fue bordadora. Hoy, por desgracia, ya no están con nosotras… pero sus hilos sí. Y para mí, eso es suficiente.

Cada vez que los veo, me acuerdo de ellas. De sus manos, de sus labores, de la generosidad con la que me los regalaron.

Son hilos que no están en ninguna libreta, ni en ninguna caja por orden. Están aparte, como se guardan los recuerdos que no quieres perder.

No es que no los use. Es que ya están bordando otra cosa: la memoria.

¿Y tú, cómo guardas tus hilos?

Me encantará saber si también usáis Rosace o CXC, si tenéis otro sistema de organización, o si estáis empezando y aún estáis buscando lo que mejor os va.

Ya sabéis que aquí siempre hay espacio para compartir entre bordadoras 🧡

En la próxima entrada de esta serie, os enseñaré mis agujas, las que uso según el tipo de tela y cómo las guardo (¡spoiler! No están en un alfiletero 😄).

¡Nos leemos pronto!

Gracias por estar al otro lado. Si te apetece, déjame un comentario…          

Me encantará leerte.

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